
Una tarde llamaron a la puerta del refugio, era una señora para reportar que mientras caminaba en la calle, de repente vio a lo lejos que algo se movía, parecía una estopa sucia, que se desplazaba lenta y erráticamente, que chocaba contra los muros. Cuando la señora se acercó, vio que era una perrita vieja y ciega.
Cuando la recibimos parecía que las huellas de su cuerpo decían que tenía mucho tiempo viviendo en la calle y estaba completamente desamparada; necesitaba de muchos cuidados especiales. Y así fue: después de una larga estancia en la veterinaria, “Pelusa” fue adoptada por una amorosa famila.