
La experiencia sumamente dolorosa, vivida en un centro antirrábico, cambió por completo el rumbo de nuestras vidas y nos abrió los ojos a una realidad que hasta ese momento desconocíamos: el mundo de los animales, de su dolor y de la crueldad y maltrato de la que son objeto.
Esta vez me veo forzada a escribir en primera persona para relatar el origen del Refugio Franciscano, mío, nuestro, de todos... porque la ocasión bien vale la pena y porque es curiosidad continua querer saber acerca de su inicio y de cómo me involucré en esta maravillosa labor que cambió para siempre no solamente mi vida, sino también la de mi esposo Arturo.
Han pasado ya 30 años desde aquél mes de diciembre de 1977, cuando dolidos y afectados de ver tanto abandono y crueldad para con los perros nos decidimos por hacer algo, siendo lo primero instituirnos como Asociación Civil para formalizar el gran esfuerzo que significaría dignificar la vida de estos animales y sí, puede sonar sencillo y fácil, pero a partir de entonces tres décadas han pasado y con ellas una serie de trabajos y esfuerzos extremos que sin un objetivo seguro y firme, hubieran sido infructuosos.
Sé parte del cambioTodo comenzó cuando después de vivir y viajar por varios países del mundo representando diplomáticamente a México, por la actividad de Arturo, regresamos al país para establecernos en la Capital. Llegamos directamente de Bélgica con tres perros: WINNIE, un hermosísimo cocker spaniel blanco y negro, hijo de padre campeón y quien estuvo a nuestro lado por 19 años como un miembro más de la pequeña familia, que éramos, junto a SAID y LORENCITO, sus descendientes.
Lo que comenzamos a ver por las calles de la Ciudad de México y que seguramente existía desde siempre, para nosotros resultó ser nuevo y terriblemente triste, sobre todo acostumbrados a ver otro nivel de trato para los animales en otras partes del planeta. Perros vagando por las calles, enfermos, sarnosos, esqueléticos, madrecitas desnutridas con las tetitas casi rozando el suelo y buscando afanosamente agua y comida, perros atropellados por doquier o en espera de la caridad humana de la que dependían para comer colocándose muy hábilmente al lado de los puestos callejeros de comida, siendo la mayor de las veces alejados de los mismos a patadas, cubetazos de agua, escobazos, pedradas y rociadas de aceite hirviendo.
Todas esas escenas que aún hoy día lamentablemente pueden verse por todas partes, nos dolieron inmensamente. Sin saber realmente qué hacer, cómo empezar a cambiar esa situación, nos propusimos iniciar ayudando a los perros que iban atravesándose en nuestro camino. Un día nos fijamos en dos que alegre y fielmente acompañaban todos los días a los muchachos que venían en un camión recolector de basura. Aparentaban ser definitivamente felices con su libertad, sus amigos y su trabajo.Sin embargo de repente desaparecieron. Al preguntar por ellos supimos que “la perrera” se los había llevado. No sabíamos de que se trataba eso de “la perrera”, y comenzamos a buscarlos por todas partes hasta dar milagrosamente con ellos en un sitio lúgubre, terrorífico, que desde entonces clasificamos como la “antesala del infierno”, referencia que de manera constante se maneja hasta la fecha cuando se hace referencia a los antirrábicos. Se trataba del ubicado en Culhuacán, hasta donde habían llevado a Medea y Argos, como después decidimos llamar a esos bellos animalitos con que dió inicio la gran familia que ahora somos todos en el Refugio Franciscano, pues lo que vimos y escuchamos ahí, juramos combatirlo hasta el límite de nuestras fuerzas y recursos o al menos, no permitirlo sobre los perros encontrados a nuestro paso. Se trató, como podrán imaginar, de un despertar en extremo doloroso hacia una realidad tan impactante como inevitable. Una parte de ese diario acontecer citadino que ignorábamos.
Desde luego que rescatamos a ese par de criaturitas y les cambiamos la vida, pero ellos también la de nosotros, comprometiéndonos para siempre en esta ardua labor. Les pedimos perdón por arrebatarles su libertad y por alejarlos de sus “amigos”, pero a cambio les ofrecimos un futuro asegurado en cariño y buen trato.
El impacto de lo anterior fue tan profundo y-repito-tan doloroso, que durante meses enteros el llanto se me agolpó en la garganta; los sollozos me salían de manera incontrolable, lo mismo le sucedió a nuestro querido Arturo, sólo que él, como hombre se sostenía más, sin dejar al mismo tiempo de planear algo más eficaz para ayudar a los animales desamparados.
Desconocido por completo el tema de la “protección animal”, comenzamos a documentarnos, a informarnos de lo que se estaba haciendo en otras partes del mundo, al percatarnos de que en nuestro México la lucha de las dos únicas organizaciones de aquel entonces la Liga Defensora de Animales y la Asociación Humanitaria Mexicana, se limitaba a dar muerte menos dolorosa a los animales abandonados o encontrados en situación de calle.
Para inicio programamos una estancia para 100 perros, con jaulas como máxima infraestructura y, conformando un grupo de trabajo que aún hoy día permanecemos unidos bajo el mismo propósito, con excepción de quien ya se nos adelantó. Así pues, Enrique y Margarita Sevares, Lupita Díaz Cevallos, Rosita Bravo, Laura Canedo, Arturo Osorno y yo, emprendimos el esfuerzo para lograr un hogar lo mejor posible para nuestros huéspedes. De primer acuerdo, la primera política que establecimos fue que en nuestro Refugio no se mataría, pero tampoco se permitirían nacimientos, para lo que establecimos, por primera vez en México, la práctica masiva y gratuita de esterilización en el Refugio así como implementando las campañas en zonas de menos recursos y de una grave sobrepoblación de perros y gatos; también fuimos pioneros en la esterilización en crías a partir de los 3 meses de edad, como en jóvenes, adultos, viejos, hembras y machos, de raza o mestizos.
Ser pioneros en este asunto tuvo sus bemoles, no crean, a pesar de ser actualmente el único método no letal reconocido por propios y extraños, como el más eficaz para controlar las sobrepoblaciones caninas y felinas.
A pesar de los casi 1800 animalitos y de la libertad que gozan en el Refugio Franciscano llevamos un estricto control de la salud de todos ellos que además son atendidos por especialistas altamente reconocidos y en clínicas y hospitales de primera. En ello justamente y en alimentación, se invierten la mayor parte de las aportaciones de todos nuestros queridos donantes, recordándoles que a nuestras instalaciones llegan los perros que nadie quiso y por lo general, con graves estragos físicos.
Se dice también por ahí que en Refugio los perros están hacinados y que se les niega toda posibilidad de adopción. Sobre lo primero, nada más falso, ya que cada uno cuenta con un metraje más que suficiente de acuerdo a los cánones más exigentes y con la libertad de movilizarse a su antojo. Respecto a lo segundo, aunque es la parte más difícil de esta labor de rescate si lo hacemos, siendo en eso, extremadamente cuidadosos para la adopción de nuestros perritos, misma sobre la que hacemos un férreo seguimiento que muchas veces incomoda a las personas. No se trata de deshacernos de ellos para quitarnos gastos y responsabilidades de encima, sino de darles la oportunidad real y verdadera de vivir como miembros de una familia humana; ya que con cada animalito que llega a nosotros, renovamos la promesa de que jamás vuelvan a reflejarse en sus ojitos el terror que vimos en las caras de Medea y Argos mientras esperaban la hora de morir.
Otro aspecto en el que como organización siempre hemos estado presentes de manera activa es en la elaboración de una legislación que permita y obligue un mejor trato y respeto a los animales, ello, desde que se promulgó la primera Ley de Protección a los Animales en el Distrito Federal de 1981.
A nuestra intervención y sugerencias, hemos logrado también cambios importantes en el funcionamiento de los antirrábicos y los centros de control canino sobre los que no hemos parado de estar. Participamos igualmente y de manera constante en reuniones con autoridades del más alto nivel para la elaboración de normas Oficiales Mexicanas de alcance federal como las de transporte, comercio, bienestar, etc.
Y actualmente, formando parte de un fuerte grupo de trabajo que está proponiendo una ley de propiedad, tutela y manejo responsable de perros.
Por nuestras manos y hasta el 6 de agosto del presente año, fecha en que escribí este relato, han sido rescatados y atendidos en el Refugio 19,652 francisCANITOS y 1400 francisGATITOS
Todos con una historia de dolor y abandono que quizás podemos imaginar pero que ellos no nos pueden contar.