
Encontrado en un crucero, apenas se podía mantener en pie debido a la desnutrición que presentaba. Tenía apenas 5 meses y ya conocía el dolor del hambre y el abandono. Estuvo hospitalizado varias semanas, debido a que su estado era crítico.
Hoy es un perro fuerte, amoroso y con muchas ganas de vivir. El acostumbra a dar topecitos con su nariz para que le acaricien las orejas. A pesar del hambre que sufrió antes de ser rescatado, el le permite a sus hermanitos pequeños comer antes que el, su bondad es infinita y es el hermano mayor de los pequeñines.