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Historia
Todas esas escenas que aún hoy día lamentablemente pueden verse por todas partes, nos dolieron inmensamente. Sin saber realmente qué hacer, cómo empezar a cambiar esa situación, nos propusimos iniciar ayudando a los perros que iban atravesándose en nuestro camino. Un día nos fijamos en dos que alegre y fielmente acompañaban todos los días a los muchachos que venían en un camión recolector de basura. Aparentaban ser definitivamente felices con su libertad, sus amigos y su trabajo.
Sin embargo de repente desaparecieron. Al preguntar por ellos supimos que “la perrera” se los había llevado. No sabíamos de que se trataba eso de “la perrera”, y comenzamos a buscarlos por todas partes hasta dar milagrosamente con ellos en un sitio lúgubre, terrorífico, que desde entonces clasificamos como la “antesala del infierno”, referencia que de manera constante se maneja hasta la fecha cuando se hace referencia a los antirrábicos. Se trataba del ubicado en Culhuacán, hasta donde habían llevado a Medea y Argos, como después decidimos llamar a esos bellos animalitos con que dió inicio la gran familia que ahora somos todos en el Refugio Franciscano, pues lo que vimos y escuchamos ahí, juramos combatirlo hasta el límite de nuestras fuerzas y recursos o al menos, no permitirlo sobre los perros encontrados a nuestro paso. Se trató, como podrán imaginar, de un despertar en extremo doloroso hacia una realidad tan impactante como inevitable. Una parte de ese diario acontecer citadino que ignorábamos.
Desde luego que rescatamos a ese par de criaturitas y les cambiamos la vida, pero ellos también la de nosotros, comprometiéndonos para siempre en esta ardua labor. Les pedimos perdón por arrebatarles su libertad y por alejarlos de sus “amigos”, pero a cambio les ofrecimos un futuro asegurado en cariño y buen trato.
El impacto de lo anterior fue tan profundo y-repito-tan doloroso, que durante meses enteros el llanto se me agolpó en la garganta; los sollozos me salían de manera incontrolable, lo mismo le sucedió a nuestro querido Arturo, sólo que él, como hombre se sostenía más, sin dejar al mismo tiempo de planear algo más eficaz para ayudar a los animales desamparados.
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